La merienda en casa de Sarai y Rubén ha sido genial. Hasta ahora, hemos estado hablando, riendo y jugando a las cartas, pero de repente me ha dado un pequeño mareo y hemos tenido que parar a que descansara un poco. Marcos me ha traído una taza de café para que me subiera la tensión, ya que siempre la suelo tener baja.
- ¿Ya estás mejor?
- Sí, no te preocupes no era nada.
- Aprovechando el momento, a mi esposa y a mi nos gustaría deciros algo.
- Todavía no es muy seguro, pero esperamos tener razón.
- No te preocupes cariño, ya veras que sí.
- Oye decirlo ya que nos tenéis intrigados.
- Bueno... No se como decirlo...
- Lleva dos semanas de retraso.
- ¿De retraso? ¿De qué?
- De eso que nos viene a las mujeres... Ya sabes...
- Espera, ¿me estás diciendo que estás embarazada?
- Creemos que sí, ya que además últimamente está desganada y tiene muchos mareos.
- ¡Muchas felicidades! ¡Es genial! - Me levanto y rápidamente abrazo a Sarai.
- ¿Genial? ¿Genial? ¡Cómo va a ser genial si no tenemos un médico que os ayude en el parto!
- Marcos no te alteres, que voy a ser padre alégrate.
- ¿Pero os estáis escuchando?
- No te preocupes, por mucho que me duela quiero tener un parto natural.
- Si ya no es por eso Sarai... Perdonar mi reacción pero un embarazo es algo muy serio, el bebé puede correr peligro si no se hace lo correcto y aquí nadie tiene experiencia...
- En eso te equivocas, yo podría ayudarles durante todo el proceso y en el parto.
- ¿Eres médica?
- Estudiante de enfermería.
- Que bien, mira cariño ya no hay porque preocuparse. ¿Podrias hacerme una lista con los alimentos que no debo comer?
- Claro, y también vendré a visitarte para ver como va todo.
Después de un rato hablando y discutiendo el nombre del niño o la niña, decidimos volver a casa. Durante el camino Marcos ha estado muy callado y apenas levantaba la vista del suelo.
- ¿Te pasa algo?
- ¿Qué? No, nada, esque esto me ha descolocado un poco...
- ¿Por qué no te gusta la idea del embarazo? No tienes de que preocuparte yo les ayudaré en lo que haga falta.
- Ese es el problema.
- ¿Cómo? ¿Te molesta que ayude a tus amigos? ¿Crees que no se lo que hago? - Me suelto de su mano y me alejo unos pasos de él.
- Oye, oye, no te enfades. No me molesta que ayudes a mis amigos, y no pongo en duda la experiencia que tienes, pero estás empezando a ayudar a tanta gente que ya no te va a quedar tiempo para mi.
Mientras hablaba se ha ido acercando, me ha agarrado las manos y, cuando ha pronunciado su última palabra, me ha besado.
- Perdoname...
- Shhh - Pone su dedo en mis labios y me vuelve a besar.
- ¿Sabes? Siempre tendré tiempo para ti. - Le cojo de la mano y empezamos a caminar.
Cuando llegamos a casa Blanca está en el sofá. Solo le hacen falta unos segundos para empezar a interrogarnos. Después de un buen rato explicándole todo (incluido lo de Sarai) se calma y me propone darnos un baño juntas.
- ¡Genial! Voy a ir preparando el baño y ahora salgo, tu prepárate las cosas.
- Vale.
- Se que parece extraño pero mi hermana se ha bañado con gente desde pequeña, hasta que Lírio enfermó...
- No te preocupes, no me importa, soy hija única así que esto es como ducharme con mi hermana.
- ¡Eva! ¡El baño ya esta! ¡Ves entrando que ya voy!
Cuando entro la bañera está llena de espuma. Me desvisto y entro en ella. El agua está a la temperatura perfecta y el jabón huele a vainilla. Bajo la cabeza y miro mi reflejo en el agua, pero sobre todo me fijo en el collar. ¿Será el amuleto del que hablaba Blanca? No lo se. La puerta se abre y mi amiga entra.
- ¿Qué te parece?
- Se está genial.
- ¿Sí? ¡Bien!
Mientras ella se desviste yo vuelvo a mi reflejo. Entonces, el collar empieza a brillar otra vez.
- ¡Blanca! ¡Blanca ayúdame!
- ¡Eva! ¡Eva! ¡Eva!
- ¡BLANCA!
De un bote me incorporo. Miro a mi alrededor, pero no veo a nadie. Estoy en una camilla
tumbada, llena de cables y a mi lado una máquina que, si no me equivoco, marca mis constantes vitales. La cortina se abre y una doctora aparece.
- Túmbate otra vez por favor, voy a examinarte.
- ¿Qué me pasa doctora?
- Verás... Quizás te resulte difícil de asimilar, pero llevas en coma unos cuantos días.
- ¿Qué? No puede ser... Pero si yo...
- No te alteres, no es bueno para ti. Ya he avisado a tu madre, vendrá en cuanto pueda.
- De acuerdo...
Pasados unos minutos entra David, corre hacia mi camilla y me abraza entre lágrimas.
- Menos mal que has despertado, me tenias muy preocupado, he venido cada día a verte e incluso a veces has abierto los ojos pero...
- Tranquilo, tranquilo, no llores mas, estoy aquí ¿vale? Eso es lo importante.
- Vale...
Despues de un rato, mi mejor amigo por fin se calma y al fin podemos hablar tranquilamente.
- ¿Qué ha pasado mientras yo no estaba?
- Nada importante, Amanda y Alícia vinieron a verte un día, aunque se fueron pronto porque tenían deberes.
- Que bien. Hablando de Ali... ¿Tu y ella ya...?
- ¿Si ya salimos? Bueno, supongo que se puede decir que sí...
- ¡¿Cómo?! ¡Y decías que no había pasado nada importante! Vamos, cuéntame como pasó.
- Pues... El día que vinieron a verte, nos fuimos los dos a tomar algo abajo y bueno... Le pedí salir y me dijo que sí.
- ¡Es genial! La mejor notícia que me podías dar.
- ¡Eva cariño!
Mamá entra corriendo y, igual que David, me abraza mientras llora.
- Hola mamá.
- ¿Cómo estás? ¿Te encuentras bien? ¿Te duele algo?
- Tranquila que estoy bien, deja ya de acariciarme tanto que me vas a desgastar la cara.
- No sabes lo mucho que me has echo sufrir, tuve que venir desde Madrid corriendo cuando me lo contó Elisa.
- ¿Qué? ¿Por qué lo hiciste? Tendrías que haberte quedado con papá que está peor que yo.
- Cielo, ahora tú eres lo que mas me importa, y si tu padre hubiera podido hablar me hubiera dicho que viniera.
- …
- Tu madre tiene razón, no te enfades con ella que ha estado muy mal.
- No me enfado pero... Me preocupo por papá, ¿cómo está?
- Igual...
- Perdonad que interrumpa, pero sería conveniente que dejarais descansar un poco a Eva ya que tenemos que hacerle unas pruebas en un rato y tiene que estar preparada.
- De acuerdo, lo que usted diga doctora. Vamos David, llamaremos a tu madre para informarle. Cuídate hija.
- Tranquilos que de aquí no me voy a mover.